Pocas veces nos interesamos por los movimientos de Liberación de otras naciones, compartan el marco del estado español como motor de su dependencia o no. Algunos de los casos más cercanos geográficamente no son necesariamente los más próximos en cuanto a la identidad cultural e histórica. Muchas veces, desde la misma época de Blas Infante, se ha afirmado con parte de acierto, que la lucha de Liberación Nacional Andaluza es más parecida a las de las naciones latinoamericanas que las europeas, por factores sociológicos e históricos. En 1492 Castilla conquistó Granada, el último reducto de Soberanía Andalusí, el mismo año que comienza la colonización de América. Las naciones americanas fueron logrando su independencia política (no así siempre la económica, llegando hasta la actualidad la capacidad de influencia de las empresas españolas en los mercados latinoamericanos) hasta desmembrar por completo la parte integrante transoceánica del estado español, por entonces igual de considerada como formante de la “patria común e indivisible”. Pero existen casos aún más próximos, tanto física como culturalmente, naciones cuya lucha por la libertad y la afirmación de su identidad subyugada por el imperialismo español muchas veces se olvida pero sin las cuales no se puede entender la actualidad de la propia identidad nacional de Andalucía.
El analogismo es simple: compartimos una raíz común. Tras la toma de Granada, los Reyes Castellanos comenzaron un genocidio cultural en Andalucía que llegó a su punto máximo con la expulsión de los moriscos. Hasta llegar a éste punto, muchos andalusíes, no “árabes” como nos quiere contar la historia escrita por los vencedores, sino los legítimos moradores de Nuestra Tierra, descendientes de Turdetanos y Godos, habían sido expulsados hacia tierras del Magreb, intentando adaptarse a aquellos países y reconstruir su cultura, volviendo a ser expulsados hacia el sur, relegados hasta la actualidad a ser una etnia reducida, dispersa y diversa, con mayor presencia en comunidades como la cuenca del Níger y el Sáhara.
Mientras que en la cuenca del Níger la Etnia Kuti, por ejemplo, representa una casta privilegiada, que mantiene en esencia gran parte de las raíces culturales que provienen de donde lo hace su denominación, “Godos”, en el Sáhara los andalusíes forzosamente exiliados conforman un amplio espectro de la población, resultando de ello la gran similitud cultural con Andalucía.
En palabras de Andaluces que han estado tiempo, mayor o menor, conviviendo con los saharauis, “en el Sáhara un Andaluz se siente como en casa”. En Sáhara se habla un andaluz primitivo, con los rasgos fonéticos arcaicos arábigos muy pronunciados, pero perfectamente entendible para un andaluz actual. No sólo algunos utilizan esta modernización de la aljamía para comunicarse, es un habla extensa y muy fácil de encontrar con quien entenderte en lo que ellos creen que es español, pero si un castellano habla con ellos le resultará mucho más dificultoso comprenderles de lo que le resultará a un andaluz. Todo esto proviene de la base común andalusí que compartimos, pero más aún podremos identificarnos con su lucha cuando comprendamos que el pueblo sarahui es el gran olvidado entre los olvidados.
En 1970, una revuelta con comienzo en el Aaiún, encabezada por el germen del Frente Polisario, fue reprimida con dureza por las tropas españolas, terminando ésta con más de cuarenta muertos sólo en la capital, naciendo así el Movimiento de Resistencia Armada y la Organización Avanzada por la Autodeterminación del Sáhara.
Cuando en el año 1975 la Marcha Verde Marroquí pretendió ser un movimiento de Liberación del Sáhara dominado por el estado español de un moribundo dictador Franco que comenzó precisamente allí su “alzamiento”, reclamando a pie y sin armas los territorios del Sñahara Occidental, lograron cambiar una dominación por otra quizá más feroz. El cambio de Bandera trajo consigo más opresión que liberación. La población saharaui fue literalmente expulsada de las ciudades donde se había asentado, a las orillas del Atlántico, aprovechando las porciones de tierra más fértil del territorio hostil al que habían sido deportados siglos atrás, como El Aaiún o Villa Cisneros, para adentrarlos a las arenas del desierto, concentrándolos en campamentos de refugiados en su propia tierra.
Desde que en 1981 Marruecos acepta la celebración de un Referéndum Autodeterminativo que la ONU planteara con el primer plan de paz para la Nación Saharaui, varias veces ha dictado resoluciones instando al Reino de Marruecos a llevar a cabo el proceso del referéndum y fin de la ocupación de la franja costera, para validar la Independencia Efectiva de un pueblo prisionero en su propia tierra y olvidado por Occidente, esencialmente por el estado español, quien no hace tanto tiempo reclamaba soberanía sobre un terreno que consideraba protectorado, eufemística y cínica forma de denominar a una colonia ocupada por la Legión, y que ahora hace oídos sordos y mira para otra parte mientras se esfuerza por mantener la amistad con Marruecos, un estado antidemocrático que desoye las decisiones de la ONU y continúa manteniendo al Sáhara bajo una dominación que perpetúa la situación de represión secular en la que se encuentran éstos hermanos descendientes de Al-Ándalus.
El analogismo es simple: compartimos una raíz común. Tras la toma de Granada, los Reyes Castellanos comenzaron un genocidio cultural en Andalucía que llegó a su punto máximo con la expulsión de los moriscos. Hasta llegar a éste punto, muchos andalusíes, no “árabes” como nos quiere contar la historia escrita por los vencedores, sino los legítimos moradores de Nuestra Tierra, descendientes de Turdetanos y Godos, habían sido expulsados hacia tierras del Magreb, intentando adaptarse a aquellos países y reconstruir su cultura, volviendo a ser expulsados hacia el sur, relegados hasta la actualidad a ser una etnia reducida, dispersa y diversa, con mayor presencia en comunidades como la cuenca del Níger y el Sáhara.
Mientras que en la cuenca del Níger la Etnia Kuti, por ejemplo, representa una casta privilegiada, que mantiene en esencia gran parte de las raíces culturales que provienen de donde lo hace su denominación, “Godos”, en el Sáhara los andalusíes forzosamente exiliados conforman un amplio espectro de la población, resultando de ello la gran similitud cultural con Andalucía.
En palabras de Andaluces que han estado tiempo, mayor o menor, conviviendo con los saharauis, “en el Sáhara un Andaluz se siente como en casa”. En Sáhara se habla un andaluz primitivo, con los rasgos fonéticos arcaicos arábigos muy pronunciados, pero perfectamente entendible para un andaluz actual. No sólo algunos utilizan esta modernización de la aljamía para comunicarse, es un habla extensa y muy fácil de encontrar con quien entenderte en lo que ellos creen que es español, pero si un castellano habla con ellos le resultará mucho más dificultoso comprenderles de lo que le resultará a un andaluz. Todo esto proviene de la base común andalusí que compartimos, pero más aún podremos identificarnos con su lucha cuando comprendamos que el pueblo sarahui es el gran olvidado entre los olvidados.
En 1970, una revuelta con comienzo en el Aaiún, encabezada por el germen del Frente Polisario, fue reprimida con dureza por las tropas españolas, terminando ésta con más de cuarenta muertos sólo en la capital, naciendo así el Movimiento de Resistencia Armada y la Organización Avanzada por la Autodeterminación del Sáhara.
Cuando en el año 1975 la Marcha Verde Marroquí pretendió ser un movimiento de Liberación del Sáhara dominado por el estado español de un moribundo dictador Franco que comenzó precisamente allí su “alzamiento”, reclamando a pie y sin armas los territorios del Sñahara Occidental, lograron cambiar una dominación por otra quizá más feroz. El cambio de Bandera trajo consigo más opresión que liberación. La población saharaui fue literalmente expulsada de las ciudades donde se había asentado, a las orillas del Atlántico, aprovechando las porciones de tierra más fértil del territorio hostil al que habían sido deportados siglos atrás, como El Aaiún o Villa Cisneros, para adentrarlos a las arenas del desierto, concentrándolos en campamentos de refugiados en su propia tierra.
Desde que en 1981 Marruecos acepta la celebración de un Referéndum Autodeterminativo que la ONU planteara con el primer plan de paz para la Nación Saharaui, varias veces ha dictado resoluciones instando al Reino de Marruecos a llevar a cabo el proceso del referéndum y fin de la ocupación de la franja costera, para validar la Independencia Efectiva de un pueblo prisionero en su propia tierra y olvidado por Occidente, esencialmente por el estado español, quien no hace tanto tiempo reclamaba soberanía sobre un terreno que consideraba protectorado, eufemística y cínica forma de denominar a una colonia ocupada por la Legión, y que ahora hace oídos sordos y mira para otra parte mientras se esfuerza por mantener la amistad con Marruecos, un estado antidemocrático que desoye las decisiones de la ONU y continúa manteniendo al Sáhara bajo una dominación que perpetúa la situación de represión secular en la que se encuentran éstos hermanos descendientes de Al-Ándalus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario