El, viernes 17 de octubre, se celebró en Sevilla una manifestación contra la pobreza desde la plaza de la Encarnación hasta la Plaza Nueva. La asistencia fue bastante aceptable, dentro de las cifras que se suelen manejar en estos eventos.
Ojala todas las mañanas, los periódicos podrían informar: “Más de 20.000 personas murieron ayer a causa de la pobreza extrema”. Los artículos concretarían las cifras: “hasta 8000 niños muertos de malaria, 5000 adultos de tuberculosis, 7500 personas muertas de sida, y otros varios miles de diarrea, infecciones respiratorias y otras enfermedades que atacan los cuerpos debilitados por el hambre crónica”.
Pero esto hoy día no se considera noticia. Así es.
¿Es una manifestación la solución al problema? Evidentemente no, pero algo contribuye a que se combata. Las manifestaciones por sí solas, ceteris paribus (si todo lo demás permanece constante) no valen para nada. Pero cuando se celebra una manifestación no todo permanece constante. En primer lugar, el espíritu de los asistentes se refuerza. En segundo lugar, el resto de la ciudadanía, en mayor o en menor medida, toma algo de conciencia, se entera por lo menos de que el problema sigue ahí, que hay un sector de la población que es contraria a tal situación y que está dispuesta a reducir su nivel de vida en aras de acabar con la pobreza. Se entera la ciudadanía de que se piden políticas posibles y realistas (como ayuda del 0.7 % del PIB), que no es algo imposible, que hay gente dispuesta. Ve la población que hay un gran grupo que lucha por la solidaridad y un mundo más justo.
Además, los partidos y las administraciones también toman nota del barómetro social, de la presión que hay en la calle, del interés que suscitan los diferentes temas.
Por todo lo dicho pensamos que ¡claro que valen para algo las manifestaciones!. Claro que merece la pena ir. Claro que el esfuerzo sirve. La voz se escucha y tiene su eco aun en los páramos más desiertos y en las oídos más sordos, tiene su eco hasta en los engranajes del mecanismo económico actual. Pero no es menos cierto que esta voz y este eco chocan contra el muro de la indiferencia mayoritaria, de la impotencia contra el poder y contra el muro de los intereses privados. El camino es largo y difícil, ya se sabe, ya lo sabemos, pues los caminos fáciles no llevan lejos.
Las siguientes fotografias se pueden ver militantes del BNA, simpatizantes, miembros de plataformas y ciudadanos en general.
Ojala todas las mañanas, los periódicos podrían informar: “Más de 20.000 personas murieron ayer a causa de la pobreza extrema”. Los artículos concretarían las cifras: “hasta 8000 niños muertos de malaria, 5000 adultos de tuberculosis, 7500 personas muertas de sida, y otros varios miles de diarrea, infecciones respiratorias y otras enfermedades que atacan los cuerpos debilitados por el hambre crónica”.
Pero esto hoy día no se considera noticia. Así es.
¿Es una manifestación la solución al problema? Evidentemente no, pero algo contribuye a que se combata. Las manifestaciones por sí solas, ceteris paribus (si todo lo demás permanece constante) no valen para nada. Pero cuando se celebra una manifestación no todo permanece constante. En primer lugar, el espíritu de los asistentes se refuerza. En segundo lugar, el resto de la ciudadanía, en mayor o en menor medida, toma algo de conciencia, se entera por lo menos de que el problema sigue ahí, que hay un sector de la población que es contraria a tal situación y que está dispuesta a reducir su nivel de vida en aras de acabar con la pobreza. Se entera la ciudadanía de que se piden políticas posibles y realistas (como ayuda del 0.7 % del PIB), que no es algo imposible, que hay gente dispuesta. Ve la población que hay un gran grupo que lucha por la solidaridad y un mundo más justo.
Además, los partidos y las administraciones también toman nota del barómetro social, de la presión que hay en la calle, del interés que suscitan los diferentes temas.
Por todo lo dicho pensamos que ¡claro que valen para algo las manifestaciones!. Claro que merece la pena ir. Claro que el esfuerzo sirve. La voz se escucha y tiene su eco aun en los páramos más desiertos y en las oídos más sordos, tiene su eco hasta en los engranajes del mecanismo económico actual. Pero no es menos cierto que esta voz y este eco chocan contra el muro de la indiferencia mayoritaria, de la impotencia contra el poder y contra el muro de los intereses privados. El camino es largo y difícil, ya se sabe, ya lo sabemos, pues los caminos fáciles no llevan lejos.
Las siguientes fotografias se pueden ver militantes del BNA, simpatizantes, miembros de plataformas y ciudadanos en general.
1 comentario:
Ahí, a protestar, a ver si entre todos levantamos los movimientos sociales, a ver si la sociedad andaluza vuele a ser la misma que en los 70 y 80, a ver somos capaces de pararle los pies a los políticos ¡menos dinero a los banqueros y más a los hambrientos! ¡ queremos que el dinero público vaya a los necesitados!
Daniel
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